No hay ninguna prisa en España por tomar decisiones políticas. Los hechos hablan por sí mismos. Pedro Sánchez y el resto de líderes están dispuestos a prolongar la vida del gobierno en funciones todo lo que haga falta.
Es un fenómeno reciente en la política española porque hace diez, veinte, treinta o cuarenta años no era así. Al contrario. Nada más celebrarse las elecciones se ponía en marcha la maquinaria para constituir el Parlamento, tiempo que aprovechaba el ganador de los comicios para realizar las consultas necesarias e inmediatamente se convocaba la sesión de investidura.
Un breve repaso resulta muy ilustrativo. La ceremonia de investidura se celebró por primera vez en las elecciones de 1979. Adolfo Suárez ganó los comicios el 1 de marzo y el día 30 del mismo mes quedaba investido: 29 días mediaron entre el día de las elecciones y la investidura.
Felipe González ganó las primeras elecciones el 28 de octubre de 1982 y el 1 de diciembre fue investido presidente: 34 días. En 1986, el lapso entre comicios e investidura fue de 31 días. En 1989, el intermedio duró 36 días.
Si de las investiduras socialistas pasamos a las populares, vemos que Aznar ganó unas elecciones el 12 de marzo y el 26 de abril ya había sido refrendado por el Congreso de los Diputados: 45 días. Muy significativas fueron las dos investiduras de Zapatero (años 2004 y 2008). Habiendo sacado sólo una ventaja de quince o dieciséis escaños al PP, las dos veces obtuvo el plácet de la Cámara baja en 33 días. Por su parte, Mariano Rajoy, en 2011, pasó de ganador de las elecciones a presidente de gobierno en 30 días. Los comicios generales de 2015 trajeron otros usos y otros tiempos para la política española…
Dos meses
El viernes se cumplirán dos meses desde que Pedro Sánchez ganara las elecciones y no hay visos del debate de investidura. Basta con tener un gobierno en funciones, una gestora, o cualquier cosa que nos sirva para cumplir con los protocolos.
Lo más llamativo del asunto es que en las elecciones del 28 de abril se produjo una enorme diferencia de diputados entre el primero y el segundo partido: 57 escaños. En cuarenta y dos años de democracia sólo en cuatro ocasiones obtuvo más ventaja el partido ganador de los comicios.
Pedro Sánchez no tiene alternativa; como él mismo ha afirmado, en España gobernará el PSOE o el PSOE. Pese a ello la investidura se alarga sin justificación. La ministra portavoz del gobierno en funciones habla del mes de julio cuando le preguntan por el debate de investidura. Algunos analistas de postín postergan la investidura al mes de septiembre. ¿Por qué no octubre o noviembre?
Unidas Podemos y los partidos nacionalistas no pueden rechazar al candidato Sánchez, porque cualquier otro líder, sea del PSOE o de otro partido, les resultará más adverso.
Si se repitieran las elecciones, Unidas Podemos pasaría directamente al grupo mixto, víctima de un repentino bajón de azúcar (léase votos). Ciudadanos perdería escaños y los nacionalistas tendrían dificultades para repetir el mismo porcentaje de sufragios que en el pasado abril. Cerrar la puerta a la investidura de Sánchez significa encontrarse unos meses después con el mismo personaje pero en versión ampliada.
Si todo el mundo sabe que ese es el guión, por qué se pierde el tiempo en vez de celebrar la investidura en diez días y empezar a gobernar en serio.
Asturias
En Asturias, aún estamos a tiempo de evitar el mismo error. No propongo que se salten las formalidades, en absoluto.
Como gran parte de la jornada laboral de los políticos consiste en reunirse con políticos, veo bien una ronda de contactos centrada en la gobernabilidad de la región.
Un buen momento para que los partidos que tengan más posibilidades de pactar con el PSOE saquen pecho diciendo que tienden la mano para pactar siempre y cuando se atengan a su programa. Estoy pensando en Podemos y Ciudadanos.
No incluyo en ese apartado a IU, porque se encuentra en tal estado de debilidad que su relación con el futuro gobierno socialista será de adhesión. Sirva de precedente el alineamiento de Aurelio Martín en el Ayuntamiento de Gijón.
Cumplidas las formalidades no habrá excusas que impidan ir directamente a la sesión de investidura de la que saldrá elegido como presidente Adrián Barbón. La noticia tiene casi un mes de antigüedad.
Las cuatro derechas (PP, Ciudadanos, Foro y Vox) juntas tienen un diputado menos que el PSOE, así que cualquier estrategia de oposición frontal quedará convertida en derecho al pataleo.
Podemos y Ciudadanos pueden proponer pactos estables, porque dada la correlación de fuerzas les interesan más a ellos que al PSOE. En caso de disenso, hacer política con tres o cuatro diputados en una cámara de cuarenta y cinco escaños es muy complicado. Hay que gesticular mucho para tener algún protagonismo.
La aritmética parlamentaria es implacable. Adrián Barbón podrá gobernar todo el mandato con acuerdos puntuales, incluyendo la abstención como herramienta de pacto.
Dada la distribución de escaños, lo que de verdad está en cuestión no es el tipo de gobierno –más a la izquierda o más centrado–, sino el papel de la oposición. En la investidura quedarán retratados.