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Juan Neira

LARGO DE CAFE

CIUDADANO VÁZQUEZ

La semana ha estado marcada por el seísmo en Ciudadanos, con parte de la ‘inteligencia’ del partido abandonando el barco o situándose en posición crítica ante la estrategia marcada por Albert Rivera.

La réplica del terremoto en Asturias estuvo en la renuncia del escaño de Juan Vázquez, tras un semestre de actividad política. ¿Dejó Vázquez a Ciudadanos o se limitó a constatar que Ciudadanos se había alejado de él? Para responder a la pregunta vayamos de lo general a lo particular, de Rivera al exrector.

Albert Rivera pasó de propugnar la equidistancia entre los dos grandes partidos (en marzo de 2016 apoyó la investidura de Pedro Sánchez y en agosto del mismo año votó a favor de Mariano Rajoy) a formar una alternativa de gobierno de derechas con el PP.

Llueven las críticas sobre el giro a la derecha de Rivera. La mayor parte de ellas son interesadas: los socialistas necesitan que vuelva Ciudadanos a su función de bisagra para que gire a la izquierda en la investidura de Pedro Sánchez y el PP quiere que se vaya a la izquierda para recuperar el electorado perdido.

Cuando Rivera se orientaba hacia la socialdemocracia las quejas eran inaudibles, porque el PSOE tenía de esa manera un plan ‘b’ ante la presión de Podemos y el PP disfrutaba del monopolio entre conservadores y liberales.

Giro

Con la nueva estrategia, Ciudadanos pasó de 32 escaños en el Congreso de los Diputados a 57. Un aumento del 78%. Ningún otro partido de dimensión estatal tuvo un incremento semejante. Desde una perspectiva electoral, el giro a la derecha fue muy rentable para Ciudadanos.

Politólogos y políticos afirman, al unísono, que la vocación de Ciudadanos es ser partido bisagra que es tanto como decir partido con vocación minoritaria. No tiene derecho a disputarle el grueso de los sufragios al PP ni al PSOE. Tras la lluvia de críticas se esconde un viejo dogma: el bipartidismo es intocable.

La tercera vía se tolera mientras no sobrepase las dos o tres docenas de diputados que tienen como misión hacer de desfibrilador en situaciones de colapso institucional.

Entre los argumentos expuestos por el dimisionario, Toni Roldán, destaca su denuncia, «los costes de nuestra estrategia para España son muy altos».

De acuerdo, pero esa crítica debe extenderse al PSOE y al PP, ya que la gobernabilidad no es una responsabilidad exclusiva de Ciudadanos. Pedro Sánchez fue el inventor del «no es no» y ahora recibe una dosis de su propia medicina. Mientras PSOE, PP y Ciudadanos no lleguen a un pacto de Estado, la estabilidad institucional descansará sobre partidos alérgicos a la Constitución.

El rector

Con la crisis de Ciudadanos, Juan Vázquez encontró la ocasión propicia para bajarse del tren. El resultado electoral había estado muy por debajo de las previsiones de ‘sorpasso’ en la derecha. El propio exrector elevaba la apuesta y no conforme con el ‘sorpasso’, aventuraba que el resultado sería una «sorpresa», dejando entrever un triunfo en las urnas.

Lo cierto es que, a escala autonómica, el partido naranja obtuvo un resultado muy discreto, pasando de 3 diputados, en el anterior mandato, a 5, entre un conjunto de 45 escaños en la Junta General del Principado. Sin embargo, a escala municipal, en Gijón saltaba de 1 concejal a 4, en un Ayuntamiento de 27 concejales; y en Oviedo, el incremento fue de 2 concejales a 5 en una Corporación con 27 ediles. La diferencia es obvia.

Albert Rivera había fichado a Juan Vázquez para que aportara un plus a la candidatura de Ciudadanos y aceptó que desde su condición de independiente tuviera un estatus especial como hombre de centro-izquierda. Tras ser investido candidato, manifestaba, «soy socialdemócrata y no renuncio a ello ni es incompatible por estar en donde estoy (Ciudadanos)».

Todo esto lo decía cuando ya había transcurrido un mes desde la concentración de las tres derechas en la madrileña plaza de Colón y cuando estaba en ciernes la campaña para las elecciones generales. Ciudadanos está hoy en el mismo sitio que estaba cuando Vázquez se lanzó a la batalla política. Dejar la vida pública fue una decisión tomada, exclusivamente, por el fracaso electoral y la negativa de Adrián Barbón a considerarle socio preferente del gobierno.

Cuando anunció su despedida nos dio la clave de la espantada al manifestar que «tengo mayores capacidades para la gestión que para la oposición». Que es equivalente a decir, vine a la política para gobernar, no para estar en la oposición. Si Barbón no me hace partícipe de la gobernabilidad, me voy para casa. La aventura política del exrector estaba condicionada a formar parte del próximo gobierno.

Solo hubo otra figura política en España con el mismo propósito que Juan Vázquez, la exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Lo tenía muy claro: sólo merece la pena estar en el Ayuntamiento de la capital si se ocupa el sillón del regidor. Hablando de sillones, Juan Vázquez negoció presidir la Junta General del Principado. No tuvo suerte. Y se fue.

Tras un semestre de brega, deja la política un profesor sesudo, brillante con la pluma y de ingeniosa oratoria. Maestro en los juegos de palabras: «no es lo mismo un extranjero en un banco que un banco en el extranjero».

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por JUAN NEIRA

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