Lo escribí repetidas veces. El Calatrava no es sólo una atrocidad estética, representa también un tiempo de delirios faraónicos que quisieron hacer de Oviedo un Camelot al ‘gabiniano’ modo. Por si ello fuera poco, con la demolición del antiguo Tartiere, se enterraron las glorias del oviedismo. Hasta tal extremo fue así que no estuvo lejos de desaparecer nuestro equipo de fútbol, que, sin duda, fue, es y será también mucho más que un club.
Pero, emplazándolos en el presente, lo que se sabe es que, en el plazo de pocos meses, cerrarán muchos de los escasos negocios que continúan abiertos en el edificio de marras.
El fracaso de aquella iniciativa ahí está, no sólo en lo estético, sino también en lo económico. Nada queda de aquella grandilocuencia que llevó a hablar de algo que atraería a muchísima gente y que generaría un movimiento comercial. Nada queda de aquellos tiempos de grandonismo y despilfarro salvo las enormes deudas.
De lo que se habla es de albergar locales de ocio, concretamente de abrir salas de cine. Sería fantástico que se llevase a cabo ese proyecto que está en ciernes y que además resultase exitoso.
Como se sabe, entre las muchas carencias que estamos sufriendo en los últimos años, se encuentra el cierre de cines y de librerías. Ya no hay salas de cine en el centro de la ciudad, y, en cuanto a las librerías, ya se sabe en qué situación estamos tras el cierre de varios negocios legendarios del sector.
Pues eso: sería muy de agradecer que se habilitasen salas de cine en el Calatrava. El daño estético ya está hecho, pero, al menos, se pondría a disposición de la sociedad ovetense la posibilidad de acudir al cine caminando, al tiempo que podría servir de acicate a una zona que, con el traslado del hospital a los terrenos de la Cadellada, no superó la situación agónica en la que la dejaron.
Por otro lado, no dejo de preguntarme si seguirán en el Calatrava las dependencias autonómicas que, en su momento, allí se instalaron, cuando disponían de otros locales que se construyeron al efecto. Algún día habrá que explicar cómo se fraguó todo aquello.
Pero, de momento, albergamos la esperanza de que se habiliten salas de cine, de acudir al lugar donde estuvo ubicado el antiguo Carlos Tartiere con memoria y con expectativas de ver buenas películas.
La de la demolición del Tartiere y posterior construcción del Calatrava ya está contada. Pero no en el cine. De momento, no.