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Luis Arias Argüelles-Meres

Panorama Vetustense

RECUERDOS DE OVIEDO: LA ESCUELA DEL FONTÁN

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‘‘Que cada uno sea como en verdad es. Que ninguno hable o actúe de manera contraria a cómo piensa y cómo siente su corazón’’. (Friedrich Hölderlin).

‘‘Tu tarea/ es llevar la vida en alto/, jugar con ella, lanzarla/ como una voz a las nubes, / a que recoja las luces/ que se nos marcharon ya. / Ese es tu sino: vivirte. / No hagas nada. /Tu obra eres tú, nada más’’. (Pedro Salinas).

Noviembre de 1977. Por vez primera en mi vida, me adentré en la Escuela de El Fontán a entregar a la directora del centro la baja médica de mi padre. Recuerdo que era una mañana muy soleada y por la plaza había el trajín habitual , con sus puestos de venta y con muchos viandantes observando el cuadro costumbrista o simplemente comprando.

A la directora de la escuela, cuya amabilidad nunca olvidaré, le hice saber que podía haber una certeza absoluta de que mi padre no volvería a reincorporarse a sus tareas docentes: su vista estaba muy mermada con un glaucoma que se sumaba a un desprendimiento de retina de años anteriores. Y, además, la enfermedad arterial que padecía no permitía augurar el restablecimiento necesario para volver a su día a día laboral. Podría decirse que no había ido sólo a entregar un parte de baja médico, sino también a anunciar la definitiva despedida profesional de mi padre.

Al salir de la escuela, confieso que la tristeza se hizo más honda en mí. Mi padre se despedía de su profesión a su pesar, era su estado de salud quien lo decidía. Y, por otra parte, la esperanza de que pudiera disfrutar de su tiempo libre con un mínimo de bienestar era, en el mejor de los casos, muy dudosa.

La Escuela de El Fontán fue, en efecto, el último centro docente donde trabajó mi padre. Curiosamente, allí tuvo su primera plaza en propiedad antes de que estallase la guerra civil y allí volvió, después de un largo periplo de cuatro largas décadas, tres años antes de tener que dejar la docencia a causa de su enfermedad, tras casi una década en la Escuela de Ventanielles.

Recuerdo que aquel día compré varios periódicos para leerle en casa los artículos e informaciones que más pudieran interesarle, como bálsamo a aquella baja que él sabía que iba ser la definitiva.

Camino de casa, desviándome muy poco de la ruta más corta hasta la calle Toreno, entré en el bar Pelayo a tomar un café y a echar un vistazo a los periódicos para seleccionar lo que iba a leerle. La mañana seguía siendo agradable, soplaba el regentiano viento sur, el viento de las castañas.

Muchas veces, al pasar por delante de lo que ahora es la Escuela de Adultos de El Fontán, pensé que me hubiera gustado jubilarme allí, despedirme de la profesión en ese centro, recordando, claro está, a mi padre. Y reviviendo, a mi manera, lo que podría haber sido el día a día en aquella Escuela en tiempos de la República.

En no pocas ocasiones, tomando un café y un pincho frente al inmueble del que venimos hablando, me imaginé intramuros dando clase, también hice mis composiciones de lugar de lo que podrían haber sido sus trabajos y sus días ejerciendo allí la docencia. Esto último lo hacía con la ayuda de los recuerdos de anécdotas que me había contado.

Cuando mi padre se incorporó a la Escuela de El Fontán, Pérez de Ayala había publicado ya todas sus novelas y mi padre se las había leído con avidez, pues admiraba mucho al autor de ‘Tigre Juan’. Muchas veces me contó sus impresiones de lectura de nuestro novelista, del que destacaba la elegancia de su prosa, así como la ironía.

Bien pensado, no deja de ser muy llamativo que ese lugar tan genuino de Oviedo, inmortalizado literariamente por Pérez de Ayala, del que Carlos Luis Álvarez, escribió una suerte de elegía estremecedora en una ‘Tercera’, de ABC, recordando el hondo significado que tuvo en su infancia El Fontán, fuese el escenario de uno de sus primeros años como maestro de escuela y, también que allí prestase su últimos servicios al Magisterio.

No hace falta decir, por otro lado, que Cándido escribió aquel memorable y elegiaco artículo cuando se produjo su demolición de El Fontán siendo alcalde Gabino de Lorenzo.

Confieso que me agrada que en el edificio que estoy evocando y describiendo continúen las tareas docentes.

En El Fontán, no sólo en el mismo escenario de la novela ‘ayalina’ a la que aludí más arriba, sino también en el mismo enclave donde se representó teatro en Oviedo en el siglo XIX.

Teatro, mercado, costumbrismo, novela intelectual y escuela. Todo ello en un pequeño espacio que está lleno de sabor y que no sólo atestigua mucho de lo que vino siendo la vida cotidiana de Oviedo, sino que es también una de las principales referencias de una de las grandes novelas que tiene a nuestra ciudad como escenario.

A todo esto hay que añadir que en la sede del actual Centro de Adultos fueron muchos los niños que, desde principios del siglo XX, aprendieron allí sus primeras letras.

Por eso, cuando camino por delante de las antigua Escuela de El Fontán no dejo de pensar que estamos hablando también de un entorno de aprendizaje no sólo escolar, pero también.

De vez en cuando, si el clima del momento me lo permite, disfruto mucho tomando un café frente a este edificio en el que mi padre vivió fases tan distintas y espaciadas de su trayectoria docente, en el que –lo repito– me hubiera gustado dar clase, aunque sólo fuese durante un solo ejercicio académico.

Trabajos y días, días y trabajos. Memoria ‘ayalina’, memoria docente, memoria teatral, escuela de costumbres, no siempre pintorescas, pero también.

¡Cuántas veces reviví el momento en el que Pérez de Ayala se encontró con el personaje que le inspiró su novela, tal y como contó el propio escritor! ¡Cuántas veces me imaginé a mi padre entrando en aquella escuela en su primer año de servicio en Oviedo con su plaza ya en propiedad! ¡Cuántas veces me hice mis composiciones de lugar en un aula dando clase y con la pizarra ocupada casi por completo con oraciones sintácticamente analizadas! ¡Cuántas novelas de costumbres se sucedieron extramuros de la escuela que no llegaron a ser escritas! ¡Cuántos libros de segunda mano adquirí en El Fontán y empecé a leer sobre una pequeña mesa de madera frente a esa escuela!

¿Cómo no se habrá escrito una historia de amor que pasó por El Fontán, dejando aparte a Pérez de Ayala, o, mucho mejor aún, rindiéndole homenaje?

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Sobre el autor

Luis Arias Argüelles-Meres es escritor y profesor de Lengua y Literatura en el IES "César Rodríguez", de Grao. Como columnista, publica sus artículos en EL COMERCIO sobre,actualidad, cultura, educación, Oviedo y Asturias. Es autor de los blogs: Desde el Bajo Narcea http://blogs.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/ Desde la plaza del Carbayón http://blogs.elcomercio.es/panorama-vetustense/


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