Multitud de errores se cometen por tomar decisiones importantes cuando uno se encuentra bajo el impulso de la ira, porque el resentimiento y el rencor son el motor que empuja hacia adelante.
La ira, aunque sea razonable sentirla, tiene la facultad de cegarnos e impedir ver el bosque en su conjunto, ver las cosas con calma, en perspectiva y serenos. La ira es una emoción invasiva y envolvente que tan sólo permite ver el modo de ejercer la venganza, cuando horas más tarde o quizás días, uno puede encontrar absurdo haberse dejado dominar por su fatal impulso. Por eso, decidir bajo su influencia no es nunca aconsejable.
Aunque citar santos no es mi especialidad, sin embargo me apetece citar a S. Ignacio cuando decía que “en tiempos de tribulación no conviene hacer mudanza”, y no es poca tribulación lo que produce un ataque de cólera. La rabia puede acabar tanto en ataques al otro como en auto atacarse de diferentes formas, a veces levemente pero a veces muy gravemente, ya se sabe. Bajo su influencia uno puede decidir separarse y luego arrepentirse, cortar la relación con la familia y luego arrepentirse cuando es tarde. O puede uno salir de casa, montarse en el coche y acabar estrellado, si no arrollando a alguien. Bajo un ataque de ira uno puede decir barbaridades y luego darse cuenta de que se había pasado varios pueblos.
Lo más aconsejable, pues, es desconectar de inmediato en cuanto la tensión se apodera del cuerpo y de la mente, salir y alejarse de la situación, distraerse, si acaso comentarlo con alguien más sereno y decidir aplazar las acciones hasta que la adrenalina haya bajado de nivel y la sangre haya terminado de hervir. Y luego, sólo entonces, valorar la mejor actuación, la que es más conveniente en la seguridad de que la decisión será más acertada.
En todo caso lo mejor es no llegar a enfadarse y perder los estribos, no permitir que la explosión suceda, pues es la mejor forma de garantizar el control de malos sentimientos y daños colaterales. Ya se sabe que es mejor no provocar el incendio que apagarlo, sobre todo cuando ya está extendido y avivado. Lo dicho anteriormente es aplicable para todas las gentes pero especialmente para los paranoicos que suelen ver en los demás unos seres molestos que buscan nuestro mal. Los malpensados necesitan muy poco para cargarse de razones y emprender el ataque violento. De todas formas recuerde: si está muy enfadado…no se arriesgue.