Si nunca ha estado uno deprimido casi imposible entender a quien atraviesa por ese duro trance.
Quien atraviesa por ese demoledor estado siente que la tristeza le invade, la desmotivación para realizar sus tareas habituales disminuye, su desgana preside sus horas y sus días, el descuido, en los casos más graves, va colonizando su actividad, y la apatía actúa como muro de contención contra la normalización de su vida personal.
No todos los casos son iguales ni igualmente graves, pero el común denominador con distintos niveles son las reacciones referidas.
El caso es que la dificultad para disfrutar del día a día es un hecho palpable y quizás la queja más frecuente.
La depresión, contra lo que se puede suponer en ciertos casos, no es un estado adherido a los genes, un estado emocional al que ten sientes abocado. No, más bien es el resultado final de un proceso más o menos largo de ir aguantando, soportando un estado de tensión emocional al tener que afrontar dificultades, contratiempos, adversidades y reveses, debido a diferentes razones y factores. Cuando la mente se satura y se pierde esperanza en superar esa tensión acumulada es cuando la depresión hace acto de presencia. Antes de aparecer ha venido precedido de una lucha interior o exterior contra los “elementos” y uno se siente exahusto y agotado.
Por eso, quien desee superar ese malestar incomprensible para los que no lo han padecido, deberá combatir su tensión, su ansiedad a base de relajar su cuerpo, de descansar, de dormir lo que sea suficiente para cada uno, y de aprender a ver los contratiempos como una oportunidad para superarse y superarlos. Deberá intentar poquito a poco la normalización de sus conductas y tareas más elementales, como la higiene, la realización de tareas domésticas y personales básicas, el cuidado personal y la actividad física. La realización de esas conductas, resistente al comienzo, consigue hacer sentirse algo mejor lo que redunda a su vez en realimentar la normalización de vida.
Optar por meterse en la cama y aislarse, si bien al comienzo es esperable, no debe consentírselo uno mismo, si aspira a superar ese desventurado socavón. Luchar contra los pensamientos negativos forma parte también del repertorio, aunque se antoja más difícil. Volveré sobre ese aspecto en otra entrega.
Pero no se puede salir de la apatía obedeciendo a la desgana y la tristeza. Hay que llevarles la contraria aunque sea poco a poco.
¿La medicación es necesaria? Menos de lo que se acostumbra. Puede ser necesaria pero esperar que los antidepresivos por si solos resuelvan el problema es de una ingenuidad más que elevada.