Se han hecho muchas clasificaciones en cuanto a los estilos o maneras de ser de las personas, pero hay una que me ha seducido siempre más que las restantes que conozco, a saber, que hay dos tipos de personas: “los orientados a la gente” y “los orientados a las tareas”.
Los primeros están muy pendientes de los demás, de lo que les sucede a los demás y de lo que ellos mismos hacen a los demás y las reacciones que en ellos producen. Son personas muy preocupadas por que los demás estén bien, por agradarles, por no incomodarles, por no hacer nada que les haga sufrir a ser posible. Están muy pendientes de lo que los otros piensen de ellos y por eso cuidan mucho ganarse su estima, su cariño y su valoración. En fin, gran parte de lo que hacen está condicionado por el impacto que ello produzca en las personas con las que interactúan. Todos estos sufren mucho cuando los otros sufren o cuando los otros les fallan o ellos fallan a la gente. Están demasiado en función de las personas, aunque las cosas les importen.
La otra clase de personas son los orientados a las tareas: viven para las cosas, sobre todo, y por cosas entendemos, el dinero, el trabajo, las cosas, las casas, la vivienda, la ropa, el coche, los viajes, las obras, los proyectos, las tareas, la formación, los objetivos, etc. etc.. Las cosas, en ese sentido, son, principalmente, su razón de ser y de vivir . No es que no les importe la gente pero esta está subordinada a las cosas y viene a ser como una cosa más. Estos segundos no es que no sufran ni les afecte la vida de la gente pero no se compara. Lo que les hace más disfrutar o sufrir es lo relacionado con lo “cósico” y a ello lo subordinan casi todo.
Los primeros son los que más sufren de todos y los que me interesa resaltar en especial por esa causa. Por eso a los primeros, muy sensibles, les conviene pasar de ser esponjas en exceso a ser algo impermeables como mecanismo de defensa, si no quieren correr el riesgo de vivir en estado de vulnerabilidad permanente. No es esta una llamada a la insensibilidad, sino una invitación a reducir su dependencia emocional y su preocupación por los demás. A estos les viene bien equilibrar su orientación a las personas con una mayor dosis de orientación hacia las cosas. Lo sé por la experiencia de ver muchos pacientes aquejados de ese mal. Que se lo pregunten, si no, a los que quedan hundidos psicológicamente largo tiempo, cuando alguien les abandona, les olvida, les falla, les ignora, les desprecia o les hace de menos.