Aquí reside la clave por la que muchas personas, sobre todo, profesionales autónomos o empresarios, pero también algunos empleados, viven en un nivel de estrés muy elevado y, a veces, desbordante.
Viven constantemente conectados con su trabajo y los aspectos relacionados. Significa dedicar muchas horas no solo presenciales sino de conexión tecnológica (tienen abierto siempre el móvil, incluso en tiempo de supuesto descanso y muchos en la noche). Hablan constantemente del trabajo y por ello lo tienen presente en su conciencia y en su mente. Se llevan el trabajo a casa y sobre todo piensan en él y en sus problemas más tiempo del debido.
Viven atrapados por el tema y, aunque no estén en él, está presente en su conciencia.
No desconectan, pues. Al no desconectar saturan su mente y su organismo y luego se extrañan de no poder dormir o descansar, de tener molestias derivadas del alto estrés que supone estar siempre pendientes de ese tema.
Muchos lo resisten y otros muchos llegan al punto de quedar agotados y a odiar lo que tanto les gustaba, lo que sin duda es una gran tristeza.
Eso, amén de estar como ausentes en las conversaciones que tratan de otros temas o de sentir que están muy sobrepasados.
Desconectar es pues cortar por completo en los tiempos y lugares en que no toca trabajar ni ocuparse de ello.
Es no hablar de ese tema y no pensar en ello cuando uno está en actividades que nada tienen que ver con el asunto. Es no contestar fuera de hora los correos que uno recibe, sobre todo, si, por no desconectar, uno está saturado.
Desconectar es desenchufar la mente de tales pensamientos y ocuparla en otros temas que nada tienen que ver.
Eso permite no sólo descansar y no ser víctima del estrés elevado sino vivir, que va va más allá de trabajar.