Nunca antes en la historia de los que actualmente vivimos, tengamos la edad que tengamos, se han dado unos cambios tan brutales y repentinos como los que ha traido la pandemia del covid-19. Esto está poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación y sobre todo de superación ante la adversidad y de creatividad para idear salidas ante situaciones graves e inesperadas, como esta.
Por ello las personas que son escasas en estas habilidades y que estaban instaladas en la rutina de lo previsto y previsible, que son la mayoría, están sufriendo la ansiedad, la angustia y la tensión de no saber qué hacer para salir del bache o el socavón que se nos ha presentado en el camino.
No queda más remedio que improvisar, que abrir la mente a nuevas soluciones, estrategias y formas de resolver problemas.
Una conclusión clara de lo que nos sucede es que a partir de ahora la educación de nuestros pequeños y jóvenes debe propiciar intensamente ese entrenamiento en la creatividad y en el hallazgo de soluciones a los distintos problemas, algo que no abunda en las escuelas. Es preciso que al mismo tiempo que se alfabetizan sean entrenados por sus profesores en constante habilidad resolutiva. Eso les hará más resilientes, inteligentes y sobre todo preparados para afrontar contratiempos como el que vivimos en estos meses.
Hay que enseñarles que en inesperadamente pueden presentarse situaciones nuevas y adversas que les pondrán a prueba y les sacarán de su zona de confort y deben aprender a ser proactivos por una parte y saber reaccionar prontamente a posteriori.
Este cambio de mentalidad y de actitud se imponen ineludiblemente, si no queremos quedar bloqueados, angustiados, deprimidos y sin capacidad de reacción y de superación.
También los que han y hemos pasado ya el periodo de educación formal deberemos igualmente entrenarnos en esas habilidades.
Todo menos instalarnos principalmente en la rutina y lo conocido y quedar bloqueados, sentados a esperar principalmente que el papá estado sea quien nos saque las castañas del fuego, aunque este debe hacer lo que le corresponda. Eso sería infantilizarnos y pasar de agentes de nuestro destino a personas pacientes, víctimas y sujetos pasivos y por tanto tener el control fuera de nuestro alcance.
Queda la reacción de lamentarse y quejarse, pero eso es lo más fácil y no da en absoluto buenos resultados.