Recurrir a los clásicos y sabios latinos y griegos en estos tiempos, donde abunda la superficialidad y la miopía y no solemos echar mano de la perspectiva para encuadrar los acontecimientos, se hace casi imprescindible, porque aportan sabiduría y claves para aprender a llevar la vida con serenidad y con sentido.
Sobre todo es muy aconsejable acudir más que a los filósofos racionalistas, siempre abstractos y complicados de entender, a los filósofos prácticos como los epicureistas y estoicos, cuyo lema era aprender el arte de vivir lo mejor posible. Dentro de estos destaca Epicteto que decía. “No quieras que lo que ocurre sea lo que deseas que ocurra, porque no es lo esperable, más bien desea que todo lo que ocurra es lo que tenga que ocurrir”.
Con otras palabras, si esperas que lo que acontece en tu vida se adecúe a tus deseos, vas descaminado y te creará desasosiego y ansiedad, rabia y a veces desesperación, porque eso ocurre en muy contadas ocasiones. Más bien estarás acertado, si aceptas lo que ocurre y sobreviene, aunque sea contra tus deseos, porque lo que sucede no viene determinado por ellos. Qué más quisiéramos.
La aceptación de lo acontecido produce un cierta grado de serenidad, de aplomo y de dominio de si mismo, lo cual no impide que uno intente esforzarse en cambiarlo, si hay margen para ello.
Habitualmente nos vemos decepcionados, cuando no enfadados por los hechos, porque en el fondo lo que desearíamos es que las cosas sucediesen conforme a nuestros deseos y expectativas. Por ello muchas personas sufren de una irritabilidad, nerviosismo e intranquilidad recurrentes y ello mina su estabilidad y su fortaleza de ánimo.
Es duro aceptar la realidad personal, familiar, social y del entorno, cuando esta es adversa, pero resistirse, quejarse, lamentarse y protestar sistemáticamente por ello son recursos harto insalubres y desestabilizadores.
La vida viene dada por altos y bajos, rectas y curvas y lo mejor es adaptarse para no quedar partido en dos o en varios pedazos.