VOZ: No hables demasiado bajo ni demasiado deprisa. Ambas son formas de que no nos tengan en cuenta. Usa un tono variado y rico. Decir todo en el mismo volumen se hace monótono, aburrido y no despierta interés.
CONTENIDO: No te limites a usar monosílabos (si/no) o palabras sueltas demasiadas veces. Eso hace que el interlocutor tenga que intentar otra vez hablar para arrancarte tus palabras. Da alguna información después del monosílabo para que el otro tenga algo de información en que apoyarse para seguir la conversación.
LENGUAJE CORPORAL: Trata de mirar o establecer contacto ocular con el otro para que se sienta atendido cuando habla. Desviar la mirada con frecuencia indica indiferencia o falta de interés en la conversación y el otro se aburre o marcha.
Usa algunos gestos que acompañen a tu exposición.
Asiente con la cabeza para dar a entender que sigues la conversación.
SILENCIOS: De cuando en cuando procura hacer algún silencio o si el otro calla no pasa nada, unos segundos. Si te empeñas en que no los haya indicas que estás ansioso, nervioso, inseguro.
ESCUCHA ACTIVA: Trata de no interrumpir a ser posible la intervención del otro. Espera a que termine y entonces intervienes para decir o preguntar. Interrumpir indica impaciencia y demuestra que para ti es más importante lo que dices tu que lo que dice el otro.
Pon atención a la información que te da el otro. Si no la has prestado y al cabo de un tiempo preguntas por algo que ya dijo quedará sorprendido y disgustado porque no le prestaste la atención debida y das muy mala imagen.
NO ABURRIR: No se puede decir algo interesante todo el tiempo pero si tienes que decir algo que no despierta interés no te alargues. Procura ser breve. Alargarlo provoca cansancio en el interlocutor y rechazo para la siguiente vez.
NO INVADIR EL ESPACIO. Acércate no menos de un metro y medio para que el otro no se sienta invadido.