Este déficit está de moda.
Aunque parece que es cosa de los niños tener déficit de atención, no nos engañemos. Somos también los adultos los afectados y aquí voy a dar unas cuantas pistas para que te veas retratado a ver si tú eres también víctima o no de esa escasez.
Si tienes un bajo nivel de atención, a no ser para cosas o asuntos que te resulten de mucho interés, eres un afectado
Si te distraes fácilmente o no caes en los detalles, eres del grupo de los deficitarios.
Si tienes dificultad en escuchar con atención las instrucciones, vas bien encaminado.
Si extravías o pierdes cosas con frecuencia, estás en ese grupo numeroso.
Si tienes dificultad para aprender nuevas tareas o juegos, puedes considerarte un afectado.
Si te distraes fácilmente durante las relaciones íntimas con tu pareja habitual, (insisto, habitual) eres deficitario en esta habilidad.
Si tienes poca o pobre habilidad para escuchar, eres uno de ellos.
Si tienes tendencia a aburrirte fácilmente, estás dentro de ese perfil.
Si cuando te hablan sueles preguntar por algo que ya se ha dicho, porque estabas a lo tuyo, eres un distraído.
A esto se pueden añadir algunos otros ítems que contribuyen a bajar tu atención y concentración, como es no completar las tareas una vez comenzadas, o que te lleven más tiempo del normal, debido a tu falta de eficacia o tener una pobre organización o planificación de tus tareas, no parar quieto ni un momento o estar en constante movimiento, aunque estés sentado o si te sientes nervioso o tienes ansiedad y eres una persona impulsiva e impaciente. También si eres acelerado y vas con prisa por la vida.
Pero no te agobies. Todo esto se puede mejorar sustancialmente, si te dispones a intentarlo, sea por ti mismo o con ayuda.
El caso, al menos, es saberlo, que no es poco. Porque de lo contrario no pensarías en resolverlo. Por cierto ¿te has sentido identificado/a?