No es nuevo el fenómeno que voy a describir, pero abunda la gente que está al borde de un ataque de nervios, gente sobrepasada por la tensión de la vida, gente que está a la que salta, que no aguanta una broma o un comentario negativo, aunque no tenga una carga viral demasiado elevada y que se siente amenazado sin motivo.
A diario nos cruzamos, sin saberlo, con ese tipo de personas que ante cualquier excusa, no digamos si se sienten atacados, reaccionan con vehemencia y con agresividad desproporcionada, con consecuencias que pueden ser imprevisibles.
Creo que el estrés, la tensión, la ansiedad, la frustración causada por los muchos problemas que vivimos y se nos acumulan actúan como un caldo propicio de cultivo para que, con el menor motivo, armen un escándalo y alguien salga perdiendo sin haberlo buscado o pretendido.
No digo que todo el mundo esté loco ni al borde de un ataque de nervios, pero son muchos los que están en esa situación, quizás hartos de soportar mil frustraciones provenientes de ámbitos diferentes y por diversos problemas.
Cuando nos encontramos e interactuamos con personas haríamos bien en tener buen cuidado con lo que decimos o hacemos no sea que a alguno le salten los fusibles y haya que lamentar desgracias personales.
Alguien pensará que no es para tanto y subestime los cuidados. Lo es. No es que haya, como dicen, mucho loco suelto. Lo que sí hay por doquier es gente desbordada. Esto es un hecho.
Sobre todo si media el alcohol, yo tendría cierto nivel de alerta y de cuidado, midiendo mis palabras y reacciones. Pero aunque no sea así, también si surge alguna discusión resulta procedente evitar que el tono se vaya elevando y luego haya que lamentarlo. No exagero.