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Jose Manuel Balbuena

RETORCIDA REALIDAD

Cuestión de fe.

Al igual que un apóstol predicando el Evangelio, nuestra alcaldesa, Ana González, anda por ahí anunciando la buena nueva. Esto es, que ha llegado el enésimo cambio del plan de vías para salvar el proyecto. Lo hace ante los Consejos de Distrito gijoneses con distinta receptividad. Hay vecinos que se creen a pies juntillas lo que dice, otros que no y algunos que pasan de todo. Les da lo mismo que la estación esté situada en el Museo del Ferrocarril, Moreda o Pinzales. En definitiva, piensan, porque así se lo han dicho, que lo importante son las terminales del metrotrén distribuidas por la ciudad. Sin embargo, con lo que no cuentan es que la vía estrecha (la antigua Feve), al igual que la alta velocidad que viene de Madrid, no penetrarán por ese túnel. Esto es, un viajero del AVE o de Laviana va a tener que bajarse o subir con las maletas en la intermodal. Por tanto, donde se encuentre es vital para captar viajeros. Y repito lo de siempre: fíjense lo que pasó al llevar la estación a Sanz Crespo. No contenta con esto, la profeta González, nos habla de que en Moreda se halla la tierra prometida. Una infraestructura más barata, sin sobrecostes y que se realizará en un santiamén. Vamos, que si seguimos con el Museo del Ferrocarril y no rompemos el convenio que se firmó el año pasado, entraremos directamente en el infierno. Permítanme que me ría. Si eso es así, o sea, que la anterior ubicación es el paraíso, ¿por qué no se hizo? ¿Por qué ese proyecto nunca se llevó a cabo, pesé a que se dio políticamente la famosa «tres en raya»? Ya saben, tres administraciones socialistas -la municipal, autonómica y estatal- a la vez.

Imagínense que tienen un traje guardado doce años en el armario y quieren volver a ponérselo. Seguramente, les quedará flojo o apretado, quizá habrá perdido color y, sobre todo, se verá antiguo. Exactamente lo mismo que resucitar un proyecto caduco como el de Moreda. Ni está claro que valga el estudio de impacto medioambiental, ni el diseño que se dio, ni nada en general. Es decir, al igual que con la ropa, habrá que reformarlo y lo aparentemente barato saldrá caro. Ahora bien, ya lo han decidido -sí, porque esto ya está hecho, pese a esa consulta engañabobos- desde las «tres en raya» actuales, para luego acabar como siempre: no haciendo absolutamente nada. Creer en la palabra de la profeta González y su nueva iglesia de técnicos es cuestión de fe. Ustedes verán, yo ya la he perdido.

@balbuenajm

Por JOSE MANUEL BALBUENA

Sobre el autor

Economista y empresario. Colaborador de EL COMERCIO desde hace ya muchos años. Vamos, un currante en toda regla


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