Sin duda, la aprobación de los presupuestos se le está complicando al equipo de gobierno municipal. La cosa, como digo, empezó mal porque la concejalía de Hacienda se puso demasiado tarde a la tarea. Mientras el resto de las grandes ciudades asturianas cerraban sus cuentas en diciembre, aquí ni siquiera habíamos empezado a negociarlas. Resultado: comenzamos 2023 en prórroga con lo que ello significa. Además, resulta que no hay mercancía para vender y me explico. Las partidas están tan condicionadas por la financiación a las inversiones europeas, que no hay nada para ofrecer al resto de los partidos. Algo que la propia concejala de Hacienda, Mariana Pineda, asume diciendo que «hay poco margen para las enmiendas». Todo ello, claro, en un contexto de año electoral. O sea, que cada día que pasa las formaciones políticas están en mayor ebullición y resulta más difícil llegar a acuerdos con ellas. De hecho, en la actualidad no hay quien las respalde de forma clara. Unos dan evasivas (Podemos) y otros, según Pineda, «ponen condiciones difíciles de asumir» (Ciudadanos). A eso hay que sumar los enfrentamientos dentro del propio equipo de gobierno. Las relaciones entre el concejal, José Ramón Tuero, y la alcaldesa, Ana González, se tensan por la zona rural. Si ya eran frías como el hielo, ahora han ido un paso más allá. La falta de inversiones hace que Tuero califique este borrador de las cuentas como una «barbaridad y un error». Solo le faltaba esto al maltrecho proyecto: que quienes deben defenderlas muestren su oposición. En resumen, que está chungo. No parece que 2023 vaya a ser el año que de un presupuesto brillante. Más bien, todo lo contrario. Resulta que lo que se está discutiendo para salir del paso son habas contadas y, encima, a disgusto. Me temo que un olor intenso a prórroga se ha instalado en el Ayuntamiento. En el Pleno de febrero veremos quién acaba chamuscado.

@balbuenajm