El viernes tendrá lugar en el restaurante Las Delicias la entrega de la primera edición de los premios que llevan el nombre de Quini. La Federación de Peñas Sportinguistas quiso dar un realce especial al acontecimiento, para lo que contactó con dirigentes del Barcelona, entidad en la que el Brujo militó con éxito. Tal vez la gestión tuvo poco poder de convocatoria o quizá sea complicado entender algunos mundos en los que se mueven supuestos divos del fútbol.
El señor Laporta tiene una agenda muy apretada. No puede venir ese día, aunque el sábado andará por el valle de San José de Turón, con peñistas de su club. No le tocará bajar a la mina, como había dicho en un principio. Bueno, todo puede suceder. Le deseo que lo pase muy bien en esta tierra asturiana, menos el domingo entre las nueve y las once de la noche.
Tampoco estará Johan Cruyff. El holandés no tiene problemas de tiempo. El asunto es la pela. Por venir tiene un caché, además de los gastos de desplazamiento y estancia. Ni siquiera se entró en discusión alguna sobre los precios. El protagonista es Quini, para entregar los trofeos a los máximos goleadores de la pasada temporada en todas las categorías asturianas. El acto de entrega tiene un presupuesto, pero no da para pagar la ficha de Cruyff para que asista. Ni se había ocurrido que pudiera crearse una partida para tal efecto.
Para los que estamos acostumbrados a la sencillez de un crack, como es Quini, nos resulta complicado entender la forma de actuar de Johan Cruyff. Hay que meter moneda para que se hable. En cambio, Quini, querido en todas las aficiones españolas, es incapaz a decir que no a un autógrafo o a una fotografía, auqnue a veces está cansado y hasta agotado por su trabajo y en la situación de convalecencia en la que se encuentra.
En su momento, el sueño de Agustín Montal, presidente del Barcelona en los años 70, fue juntar en un mismo equipo a Quini y Cruyff, con la intención de asegurar la supremacía del fútbol español para el Barça. Deportivamente hubiera sido un bombazo, pero Ángel Viejo, primero, y Manuel Vega-Arango, después, lo evitaron, por el bien del Sporting. El brujo y el holandés sólo se vieron como rivales. Volver a reencontrarse hubiera sido un detalle, pero no echaremos de menos al holandés en la fiesta del gol. Él se lo pierde.