He preferido esperar. Hacer mi trabajo en el periódico y cenar, con tranquilidad. Tengo que confesar que salí encendido del Santiago Bernabeu. Ver un espectáculo defensivo tan bochornoso y acabar con un 7-1 fue indignante, pero ver aquellas gradas con la gente del Sporting apoyando al club de una forma tan incondicional y en unas condiciones tan humillantes, es un motivo para que el Consejo de Administración abra un periodo de meditación profunda.
Aquí tiene que haber culpables. Y que no me cuenten la milonga de las deudas concursales. Hay un director deportivo, don Emilio de Dios, que se encargó de los fichajes, y un entrenador, don Manuel Preciado, que se bastaba con esta plantilla. Y, aunque todo el mundo sabía que hacía falta reforzar la defensa, tanto los máximos accionistas como el Consejo no forzaron la situación como debieran.
¿Qué nos queda? Rezar y esperar que con parches se pueda mantener la situación hasta diciembre, para fichar jugadores para enero, que cambien la dinámica. Ojo, que fichar para enero no quiere decir que haya que esperar al mismo mes de enero. Se puede tener algo preparado para noviembre o diciembre, porque creo que esto tiene solución. O debe tenerla.
La afición del Sporting no se merece estas humillaciones. Me decían dos periodistas ingleses y otro árabe, en el palco de prensa del Bernabeu, que no entendían como un club como el Sporting, con la afición que tiene, se permita a su equipo actuaciones como la de anoche.
Alguien tiene que dar un puñetazo en la mesa. Ya basta de hablar de adaptación, de rotaciones y de disculpas similares. A un equipo indolente, como el de anoche, hay que aplicarle algún correctivo. De nada vale estar bien situado en el campo, de mantener las líneas juntas y hasta asustar a todo un Real Madrid, si luego se tira todo por la borda con ligerezas defensivas. Muchos critican a Sastre, pero es el mejor lateral que tiene este equipo, con todas las carencias que pueda tener.
Al salir del Bernabeu, varios seguidores echaron la culpa a Sergio, quien probablemente va a pagar los platos rotos el sábado, para dejar el puesto a Cuellar. El portero, que luego tuvo sus fallos, no encauzó la derrota. El problema me parece que es más serio.
PD.: Lo mejor del viaje fueron los detalles del Real Madrid con Quini. Casillas y Raúl le entregaron sus camisetas y Ramón Calderón le impuso la insignia de oro de la entidad merengue. El brujo no tiene la del Barcelona, que fue su equipo. A la entrega de los premios que llevan su nombre, Cruyff sólo aceptaba venir a Gijón cobrando y Laporta no dio señales de vida, aunque al día siguiente se dejó ver por Turón. Ser señor no se enseña en ninguna universidad.