Hoy toca el Villarreal. Quién lo vio y quién lo ve. Un equipo de un pueblecito trabajador, sin tradición futbolística, pero con un presidente sencillo y cargado de millones, que cogió el club como hobby.
Ese equipo inédito en Primera hasta hace once temporadas se codea ahora con la élite continental, con un plantel que asusta. En el caso del Sporting no es el ejemplo más adecuado para seguir, porque en Asturias no hay mecenas que arriesguen anualmente hasta seis millones de euros, si los ingresos no dan para cubrir los gastos. En Villarreal, lo asume el señor Roig o su grupo de empresas.
El caso es que esta noche hay un partido con una lucha desigual, ya que, sobre el papel, el Villarreal es de lo mejor de esta competición. Llega como líder y sin conocer la derrota. En cuatro partidos sólo cedió un empate.
Pero, aunque teóricamente es inferior, quizás demasiado inferior, el Sporting tiene alguna opción a sacar algún punto. Hasta un empate no sería malo, dada la situación. De todas formas, es necesario cambiar la imagen. Se echa de menos consistencia y agresividad. Se repite el problema semana a semana. Hay que meter el pie en el momento adecuado. Eso de desconocer la Primera División, de ser nuevos, o del necesario periodo de adaptación sólo suena a disculpa.
Me comentaba un amigo técnico que si a Iniesta le dejas controlar el balón puede hacer un nudo. La solución es pegarse a él para que no pueda jugar con comodidad, aunque el riesgo del nudo se mantenga, aunque con menos posibilidades. Esta noche vendrá Ibagaza, Pirés o Cazorla, por poner algunos ejemplos. Si se les deja jugar, adiós partido.
Un síntoma de inseguridad es el número de cambios que se hacen en cada partido. La pretemporada parece que no dio de sí para encontrar la alineación tipo, aunque lo más traumático son las goleadas, que se supone pararán cuando empiece la que llaman nuestra liga, que será después del partido de esta noche. Eso dicen.
De momento, vamos a esperar a ver qué pasa hoy. Los partidos hay que jugarlos.