Ayer a la tarde, Javier Fernández envió una carta a Podemos e IU, invitándoles a celebrar una reunión para llegar a una posición conjunta ante la votación de investidura. El mismo presidente en funciones que tras las elecciones dejó pasar 37 días sin hacer nada por buscar un acuerdo, se pone a negociar una alianza cuando faltan unas horas para la votación decisiva. ¿Actúa así un líder político? ¿Se puede gobernar una región con tanta laxitud? ¿Puede un responsable político tener tanta aversión a la negociación con los dirigentes de otros partidos? ¿Es de recibo que el ganador de unas elecciones, sin mayoría absoluta, omita el trámite de negociar una mayoría parlamentaria, mientras en otras regiones se producen incesantes contactos y negociaciones? ¿Tienen solución los males de Asturias con presidentes que desdeñan la posibilidad de entenderse con otras fuerzas parlamentarias?
No es fácil entender el comportamiento de Javier Fernández. Ni desde claves políticas, ni buscando explicaciones de otro tipo. Lo normal es que hubiera tenido varias reuniones de trabajo con Gaspar Llamazares y Emilio León; que les hubiera realizado ofertas y hubiera analizado contraofertas. En esas reuniones debería haber tratado de derrumbar los prejuicios que tienen los diputados de Podemos acerca de los modos de funcionamiento del Gobierno socialista y con el comportamiento de la FSA. Ese era un buen marco para hablar largo y tendido de los sobrecostes de El Musel. Ninguna investidura se logra platicando sobre el grafeno ni poniendo a la oposición ante la disyuntiva de escoger entre pienso y pastizal. Ni sacando a relucir bellas metáforas sobre colinas y palabras, que más que sacadas de sesudos textos de profesores universitarios parecen rescatadas del Libro Rojo de Mao. Más claro: los acuerdos en los plenos parlamentarios se tejen en reuniones entre líderes políticos. No hay fórmulas sustitutivas. Los pactos no se alcanzan dejando pasar el tiempo, sino fijando un calendario de reuniones.
Si Javier Fernández realizó tan apresurada convocatoria es porque a última hora le entraron dudas. Quizás tuvo el pálpito de que los grupos de derechas ultiman una postura conjunta, lo que le impediría salir reelegido presidente con los 14 escaños socialistas. Un movimiento sorprendente de Foro le amargaría la fiesta. En cualquier caso, en manos de PSOE e IU está la posibilidad de dar la vuelta a la tortilla.