El movimiento de Cascos al dar el apoyo de los diputados de Foro a Mercedes Fernández ha cortado la respiración al PSOE, poniendo la pelota de la investidura en el tejado de la izquierda.
Tras las elecciones del 24 de mayo, el debate político se circunscribía a los grupos de izquierda, donde cada uno tenía su particular hoja de ruta para la legislatura: acuerdos puntuales (PSOE), gobierno tripartito (IU), gobierno bipartito, Podemos-IU (Podemos). La jugada del político gijonés ha supuesto la toma de la iniciativa por parte del centro-derecha, cuando se encontraba dividido y desorientado. Ahora a la izquierda le toca responder en un escenario imprevisto y con el reloj avanzando en su contra.
SOCIALISTA
El más afectado por la maniobra de Foro es Javier Fernández. Presidente en funciones y vencedor de las elecciones, le tocaba encabezar el proceso negociando con distintos grupos de oposición para controlar el debate de investidura y ganar la votación. Prefirió jugar un papel pasivo, de mero observador -registro político y vital al que es muy propenso-, con la idea de ser investido como presidente con los exclusivos votos de su grupo parlamentario, pensando que los grupos de la derecha seguirían entregados a sus guerras internas. Fernández hizo una ronda de encuentros protocolarios con el resto de grupos y se convirtió en espectador.
Como en otras ocasiones, el cálculo político del candidato socialista coincidía con sus deseos personales, ya que a Javier Fernández le desagrada la idea de presidir un gobierno de coalición de la izquierda -petición de Llamazares para contar con los votos de IU- y le resulta difícilmente concebible ceder consejerías a los dirigentes de Podemos. El plan del candidato pasaba por un debate de investidura de perfil bajo (a ello contribuyó personalmente planteando a los diputados la necesidad de decidir entre pastizal o pienso) y una votación que reflejara el resultado de la noche electoral, sin alianzas de ningún tipo. De esta forma tendría margen suficiente para proceder como mejor creyera en cada coyuntura del mandato. Compromisos cero, manos libres para gobernar. Planes y deseos se dieron de bruces contra la realidad.
IU
La opción de la izquierda más beneficiada por el nuevo escenario es IU, el único partido que apostó por un gobierno de mayoría integrado por los tres grupos de izquierda. Llamazares tiene lo que necesitaba para activar su estrategia: la derecha no es una masa informe, desorganizada e inofensiva, sino un conjunto ordenado que potencialmente podría hacerse con el gobierno si llegara a convencer a Ciudadanos. El análisis y la estrategia puesta en práctica por Javier Fernández han fracasado, así que toca sumar, en vez de encogerse de hombros como hizo el presidente en funciones desde la noche electoral. Llamazares está por primera vez en condiciones de presionar al candidato socialista. El aspecto más problemático de su estrategia es la respuesta de Podemos. Emilio León y sus compañeros no van a participar en gobiernos de coalición a la vieja usanza, como los habidos desde 2003 hasta 2011.
El nuevo escenario coloca en una situación delicada a Podemos, porque aumentará la exigencia para que abandone la abstención y colabore con sus votos a investir de presidente a Javier Fernández. Llegó el momento de comprobar la resiliencia de la dirección y del grupo parlamentario de Podemos.
PODEMOS
El núcleo dirigente de Podemos en Asturias, al igual que el de Gijón, son muy críticos con la trayectoria del PSOE en nuestra región. Tres décadas de hegemonía socialista colocaron a Asturias en furgón de cola del crecimiento económico, y salieron a la luz corruptelas e irregularidades que no tuvieron interés los socialistas en desvelar (el caso Villa es el ejemplo más reciente). Hablar de casta en Asturias es hablar de la nomenclatura socialista. Podemos ha crecido en la región alimentando el antagonismo con el PSOE. Esta reflexión no la pueden perder de vista los diputados de Podemos.
Cualquier participación en un gobierno presidido por Javier Fernández dañaría irremediablemente la credibilidad del partido de Pablo Iglesias que pasaría a ser un grupo del sistema. La alternativa del voto favorable tras firmar un programa conjunto sería una maniobra artificial, porque el Gobierno que más incumplió en inversión pública -tras firmar los compromisos con los agentes sociales-, que más solícito aplicó los recortes en servicios públicos, y que más aceleró el endeudamiento, carece de avales para sostener lo que firma.
Sí se va a una tercera votación es debido a la pasividad de Javier Fernández y la audacia de Cascos, así que Podemos sólo puede sacar algún provecho de este embrollo si se va a un modelo de negociación larga, “a la andaluza”, que recortaría drásticamente la capacidad de resistencia de la cúpula socialista.
La personalidad de Javier Fernández está en las antípodas de la de Susana Díaz, y si para algo no está preparado el presidente en funciones es para ver planear el fantasma de las elecciones anticipadas. Tiene muy reciente el precedente del gobierno de Cascos y antes de acercarse al precipicio cambiaría de programa. Ese es el punto de fuga de Podemos.