En la sexta jornada de huelga de la educación pública siguió la hiperactividad de las camisetas negras manifestándose por las calles, formando cadenas en distintos lugares de las ciudades (la movilización no se limitó a Oviedo) y realizando encierros. Esta última modalidad de protesta fue la novedad de la sexta jornada, en que se produjeron múltiples encierros en los institutos de la región (Gijón, Oviedo, Avilés, Langreo, Mieres, Llanes, Cangas de Narcea). También en la Consejería de Hacienda. La actitud meramente aproximativa al problema de los consejeros que negociaron el lunes con los sindicatos exasperó a los portavoces sindicales («absoluta vergüenza», «parece que están jugando con nosotros», «no podemos consentir que el Gobierno del señor Barbón siga despreciando a todos los docentes»). El presidente del Principado tuvo el primer contacto visual con los huelguistas al acudir al Hotel de la Reconquista como miembro del jurado del Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Allí le pitaron y mostraron sus pancartas («Barbón no hay concordia en la Educación. Solución o dimisión»).

Las cifras del paro varían en función de quién las suministre. Para los sindicatos, el seguimiento de la huelga volvió a estar por encima del 80% en Infantil, Primaria y Secundaria, mientras que la Consejería de Educación considera que el paro en Infantil y Primaria no llegó al 40% y en Secundaria fue del 12,3%. Tanta disparidad dejó la interpretación de las cifras en función de las filias y fobias de cada observador.

Según avanzan los días la tensión aumenta como ocurre casi siempre en las huelgas indefinidas. Los maestros y profesores son conscientes del dinero que pierden por cada día de protesta, pero esa circunstancia, lejos de provocar desánimo, acrecienta su indignación. Desde el pasado viernes, cuando empezó la negociación, la estrategia del Principado consistió en aplazar las decisiones con la esperanza de que cunda el desánimo en la tropa y los sindicatos se avengan a aceptar cualquier oferta. De momento, el cambio producido en el bando del profesorado fue sustituir en el vocerío las alusiones a Lydia Espina por Adrián Barbón. Aunque la vicepresidenta, Gimena Llamedo, y el consejero de Hacienda, Guillermo Peláez, sean los negociadores, no creo que concentren las iras del personal. En un conflicto de esta magnitud las decisiones corresponden al presidente del Principado. Qué manera más extraña tiene Adrián Barbón de cruzar el ecuador del mandato.