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Juan Neira

LARGO DE CAFE

SITUACIÓN DELICADA

Sin recurrir a la hipótesis del cisne negro las circunstancias se han encadenado para dejar a Adrián Barbón sin un tercio del Gobierno en tan sólo cuatro meses. En enero se fue Nieves Roqueñí, por el método que más le gusta al presidente, que es dar otro destino al político dimisionario o cesado. Lo mismo hizo un año antes con Melania Álvarez, al retirarla de la Consejería de Derechos Sociales y Bienestar para convertirla en senadora por designación autonómica. En el caso de Roqueñí, la presidencia de la Autoridad Portuaria de Gijón es suficientemente atractiva como para que se sienta reconfortada al dejar el Ejecutivo. Así quedó liquidado el escándalo de Cogersa, con todas las instalaciones sin seguro frente a daños.

Bajas
La sustituta de Roqueñí, Belarmina Díaz, ingeniera de minas como su antecesora, tuvo un desempeño muy breve como consejera de Transición Ecológica, Industria y Comercio. Justo dos meses. La tragedia de la mina de Cerredo sacó a la luz ciertos datos que son difíciles de entender si no hay una especial sintonía con la Administración, como obtener una licencia para realizar una investigación complementaria en la mina a los 33 días de solicitarla, o extraer 60.000 toneladas de carbón para conocer la calidad del yacimiento. Cuando se supo que se iba a formar una comisión de investigación controlada por la oposición, Belarmina Díaz dimitió en el Parlamento.

La tercera baja del Ejecutivo es Lydia Espina, exconsejera de Educación, víctima de la movilización de las ‘camisetas negras’ para protestar por el cambio de jornada de verano. Si tuviera experiencia en política, si conociera mejor a los funcionarios, nunca se habría metido en ese berenjenal. No tiene ella toda la culpa, porque el desaguisado se hubiera evitado si la cúpula del Gobierno conociera, por anticipado, las decisiones que toma una consejera por libre. Voy a expresarlo por vía de ejemplo: al presidente Areces no le hubieran metido ese gol entre las piernas ni en sueños.

Nombramientos
El problema empieza en los nombramientos. El nivel político de los gobiernos está en descenso. En el Ejecutivo presido por Pedro Sánchez hay ministros de los que sonroja oír lo que dicen. En Asturias, el Gobierno de este siglo con un mayor conocimiento de la política fue el formado en 1999, presidido por Areces, que no pudo desarrollar sus potencialidades al chocar contra un frente político, sindical, financiero y mediático que casi lo tumba. Al hostigamiento se sumaron todos, incluyendo al PP y también a IU, que pasaba por allí.

Con la llegada de los nuevos partidos, ganaron prestigio las personas ajenas a la política que, de pronto, asumían responsabilidades de Gobierno. Un ejemplo inocente: el astronauta Pedro Duque, ministro de Ciencia, Innovación y Universidades. Al escucharlo inspiraba piedad.

En Asturias, en cada legislatura los gobiernos pierden sustancia política. En nuestro caso, también está el factor del localismo para depreciar el producto. En el primer Gobierno de Adrián Barbón sólo había un consejero nacido en Gijón y ninguno en Oviedo. De los territorios mineros, contando al presidente, había cinco.

Así llegamos al riguroso presente, donde el Ejecutivo de Adrián Barbón pasa por la situación más difícil de las acontecidas desde 2019, cuando el alcalde de Laviana se convirtió en presidente del Principado. Las tres consejeras que tuvieron que abandonar el Ejecutivo en cuatro meses erosionan la imagen del Gobierno. El abandono de las consejeras no fue cosa del PP, Vox o Foro, sino de colocar en los gobiernos a personas que están más preparadas para desarrollar otros cometidos. En los gobiernos no hay sitio para gente amateur. Esa debería ser una buena enseñanza para Barbón.

En la sociedad está instalada la idea de que en la política siempre sucede lo mismo, cuando lo cierto es que hay enormes sorpresas. Quién le iba a decir al presidente del Principado que se las iba a ver con una huelga masiva de la educación, donde muchos maestros y profesores operan en la calle como los activistas políticos de antaño. Somos privilegiados testigos de un modelo de movilización novedoso, en el que se implican todos los afectados. Se citan en el tren y van contentos con sus ‘tupper’ hacia Oviedo para hacer grupo y sostener a los negociadores que varios pisos por encima de sus cabezas negocian con Gimena Llamedo y Guillermo Peláez.

Viento
Frente al silencio y, ¿por qué no decirlo?, el aburrimiento de las manifestaciones del 1º de mayo, imponen el ritmo de charanga, pero más ruidoso, como corresponde a un colectivo que apuesta decididamente por la sección de viento: silbatos profesionales (profesores de psicomotricidad), vuvuzelas, cornetas, bocinas y megáfonos. El ‘ruido’ del que hablaba Lydia Espina en su carta de dimisión.

Con su fuerza desbarataron los planes de los sindicatos, imponiendo la huelga unitaria e indefinida. Su estrategia es, como en el poema de Benedetti, ‘más profunda y más simple’, defender las reivindicaciones sin cambiar ceros ni comas. Ya hablan de cómo van a contar esta experiencia a los nietos sin haber tenido los hijos.

Escribí ‘experiencia’ con minúscula cuando tenía que haberlo hecho con mayúsculas, porque la movida de las camisetas negras va de eso. Producto de este tiempo, valoran más vivir la experiencia que el posible acuerdo. Yo que los negociadores les preparaba una sorpresa, si de experimentar se trata.

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por JUAN NEIRA

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