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Juan Neira

LARGO DE CAFE

UNIDAD DE QUEMADOS

Unas de las similitudes entre Javier Fernández y Rajoy es la aversión a los cambios. Les gustan las rutinas, practicar las mismas virtudes y huir de los mismos vicios. Ser previsibles. Fernández pasó el primer mandato con el mismo equipo, aunque la crisis económica se cebaba con Asturias y un grupito de consejeros y consejeras rivalizaban en ver quién pisaba más charcos. La norma tuvo una excepción en el abandono obligado de Esther Díaz, cuando Davelco igualó en fama a las empresas del Ibex.

Tras la toma de posesión para un segundo mandato a Javier Fernández no le quedaba otro remedio que introducir cambios en el Gobierno. Apuntarse al continuismo puro y duro no era posible porque sólo cuenta con 14 diputados en la Cámara, y hasta IU le abandonaría. Metido en faena renovó a medio Gobierno. Lo más llamativo es que el presidente sustituyó a los responsables de las áreas prioritarias, las que constituyen el eje de su discurso. Las famosas prioridades de Fernández: el empleo y los servicios públicos. No voy a analizar el cambio en empleo, porque por propia voluntad de Graciano Torre le habrá llegado servido. Me centro en los servicios públicos, las tantas veces invocadas “líneas rojas” del Gobierno socialista. De una tacada, Faustino Blanco, Ana González y Graciela Blanco se van para casa. ¿Cómo se puede presumir de los mejores servicios públicos de la Europa meridional y despedir a sus gestores? El papel lo aguanta todo, pero es imposible hacer loas de nuestro particular Estado del Bienestar y negar el discurso por la vía del cambio de personal. O una cosa o la otra.

Al final, Javier Fernández tuvo que rendirse a la realidad y hacer un inventario de la unidad de quemados, en la que estaban los tres consejeros citados, y proceder al relevo. Si el presidente hubiera realizado una evaluación rigurosa sólo hubiera salvado a Dolores Carcedo, pero obligar a Fernández o a Rajoy a introducir siete cambios en un gobierno es poner a prueba su sistema nervioso. De la benevolencia de Fernández la primera beneficiaria es Belén Fernández, que seguirá al frente de las carreteras que no construye ni repara, y del medio ambiente que no protege. En Gijón sufrimos la pasividad de la consejera con las nubes negras de El Musel o las multicolores emanaciones de ArcelorMittal. Para mejorar sus actuales marcas sólo necesita que Fernández renueve su confianza en Rosa Aza. Como dijo Ana Botella, en 2004, lo mejor está por llegar.

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por JUAN NEIRA

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