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Miguel Silveira

PSICÓLOGO DE CABECERA

PAREN EL MUNDO, QUE ME BAJO

PAREN EL MUNDO, QUE ME BAJO

Por fortuna como bien, bien me sientan las comidas y no puedo quejarme de mi sistema gástrico. Pero hace unos días comiendo sentí de pronto náuseas y al acabar de comer a medio día ganas de vomitar, aunque se me pasaron. No lo podía entender hasta que mi mujer, sabia donde las haya, razonó el episodio. Resulta que estaba viendo el informativo de las quince horas lleno de noticias alarmantes y tristes todas ellas. Caramba, llevas razón, le dije y me quedé tranquilo al saber el origen de mis náuseas.

En estas últimas semanas parece que el ambiente se ha vuelto más hostil y crispado. Guerras, bombardeos salvajes, muertes de inocentes, de mujeres y niños por miles. Odio y rencor acumulado, explotando alrededor de nuestras vidas. Venganzas personales y políticas. Incomprensión a raudales por doquier. Rigidez de posturas. Porcentajes alarmantes de pobreza entre la población, mientras nos enteramos de que el uno por ciento de la población posee el noventa y cinco por ciento de la riqueza mundial, un escándalo vergonzoso. Subida de productos. Recortes en sanidad y educación, peleas en el Congreso y polarizadas tertulias. Suicidios, primera causa externa de muerte en España ¿A donde hemos llegado? Mucho huele a podrido en esta sociedad o esa es la sensación.

No hay que extrañarse amigos de que en esa inquietante atmósfera nuestra salud mental se halle resentida y aumente el desasosiego, la ansiedad y depresión en todas las capas sociales y a todas las edades. La salud mental, que junto a la física es lo más importante que tenemos, cuando se pierde, el desencanto y la angustia se asoman y entran por las ventanas con estruendo.

El caso es que la gente es mayoritariamente buena y no quiere conflictos ni quiere generarlos. Entonces algo hemos de hacer. Desde no ver la tele a veces en los telediarios hasta promover actos individuales y colectivos donde el amor, el afecto, la concordia, el buen rollo, la amabilidad, la honradez, la confianza, el humor y cosas parecidas se practiquen asiduamente, pues lo necesitamos. Si no hay un tranquilizante o ansiolítico mejor que recibir afecto, apoyo emocional y comprensión deberíamos practicar y prodigar tales gestos. Algo hay que hacer a nivel personal, familiar, local, autonómico, nacional e internacional para frenar lo que parece un tsunami de polarización y odio que invade y amenaza con arrasar.

 

 

Temas de psicologia cotidiana para ayudar a vivir mejor

Sobre el autor

Psicólogo clínico, experto en ansiedad y estrés C/ Carlos Marx,1 - 6º D Gijón (Asturias) http://www.miguelsilveira.com http://www.estresyansiedadonline.com


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